En esta oportunidad solo quiero referirme a lo que es y no a lo que no es, principalmente para evitar comparar y que los lectores saquen sus propias conclusiones a la luz de las Escrituras y en el poder del Espíritu revelador.
Quiero comenzar citando uno de los versículos que me ha marcado toda mi vida desde que por la Gracia me fue revelado:
Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados (Isaías 57:15).
Que tremendo, que privilegio, cuanta gracia derramada en toda esta porción de palabras llenas de amor y longanimidad de Dios. Destacando aquí que el primero en REBAJARSE (verbo asociado a humildad) fue Dios, al bajar de las alturas desde la eternidad.
Humildes y quebrantados, dos sencillas palabras, dos expresiones notables que corresponden a un solo extraordinario carácter.
Humilde, uno de los sinónimos que se desprenden de esta palabra es “RENDIDO” y “MANSO”, que curioso, me llama mucho la atención todo esto y sigo creyendo que estas atribuciones corresponden a un extraordinario carácter.
Hace 2010 años atrás un hombre corriente, de aspecto agreste, no llamativo, dijo: …y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón… (Mateo 11:29). O sea, que además de rebajarse desde las alturas, el Eterno enseña como ser HUMILDES Y MANSOS como lo es El.
Quebrantado, de la misma forma, uno de los sinónimos que se desprenden de esta palabra es “VENCIDO Y PARTIDO”, esto me produce tanto constreñimiento que no puedo dejar de recordar las palabras del profeta Isaías que dice: Mas él herido fue por nuestras rebeliones, MOLIDO por nuestros pecados. Que nos dice todo esto, que Jesús, el Señor de los ministros, fue el primero en sufrir su ministerio, para que se cumpliere su palabra profética: A la verdad, de mi vaso beberéis (Mateo 20:23).
Jesús, como el ministro de ministros, llevo sobre si el sello del dolor, sufrió el ministerio: el menosprecio, la humillación, el aborrecimiento de su propio pueblo, la incomprensión incluso de sus propios discípulos, de hecho lo abandonaron muchos de ellos, fue escupido, golpeado por los altos dignatarios de la religión de turno, fue rechazado por su propio pueblo, fue expuesto públicamente ante el poder político de turno, desnudado, menosprecio la vergüenza, al extremo del dolor donde sus huesos fueron expuesto ante la demoníaca golpiza de los ramales y varazos a los que fue injustamente victima, y todo lo que a mi me estremece, que sabemos que humanamente nadie pudo resistir y sufrir lo que El tuvo que padecer por su MINISTERIO.
Ahora, que le queda al ministro de Dios, a los hombres de Dios, a los que son llamados conforme a un plan maestro de Dios, para los tiempos y edades de nuestra historia y el presente. Si, el presente, ¿donde puedo ver estos hombres con tales características, donde pueda compararlas al menos con la sombra de lo que sufrió Cristo? ¿Pudiera contar a tales hombres que reúnan estas características tan dramáticas y sufrientes?
Solo se, que curiosamente, estos hombres, que incluso están dispuestos a dar sus vidas por la causa de Cristo, de seguro están en el anonimato, estos hombres, sellados por Dios, sellados y destinados a beber la misma copa que Cristo bebió, quizás no todo su contenido, pero la beben según la capacidad dada por Dios de beber lo que les toca beber.
Estos hombres de Dios, tienen un sello, y este sello no se ve ni se lee, se vive, solo el que acompaña a estos hombres de Dios puede ver este sello, cuando se expone al mundo natural y espiritual y hace y dice lo que Dios les ha encomendado. Y cuando tu ves la voluntad de Dios en estos hombres desatada en ellos, puedes ver y oír: lo impopular de su predica, lo espontáneo de su ser, percibes la humildad y autoridad que transmiten sus palabras, percibes la actitud de temor y valor cuando lo oyes y ves hablar de parte de Dios, sientes en tu corazón que el sonido que sale de estos hombres y cala tu espíritu, pues allí esta el SELLO DE DIOS en ellos, seres completamente humillados, quebrantados, crucificados y arrepentidos, haciendo y diciendo lo que su Señor les encomendó por visitación intima y personal de la misma persona de Cristo, no por hombres y por ninguna criatura, y menos por iniciativa propia, encomendados por Cristo mismo, como así lo hizo y lo sigue haciendo con todos sus discípulos, como a Juan, Esteban, Pablo, como a Martin Luthero, Charles Spurgeon, Francis Sheaffer y todos aquellos que arden por El y en EL.
Si me preguntaran a mí ¿En que distingo de un ministro de Cristo a un ministro del mundo? Yo le diré, antes de dar mi opinión, lo invitaría a leer los siguientes pasajes:
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos (Isaías 53:3).
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados (Isaías 53: 4,5).
No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado; antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo (2 Corintios 6:3,10).
Yo más; en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias (2 Corintios 11:23,28).
Y luego de haber leído todo esto, le diría: Si logramos entender el VERDADERO PRECIO que Cristo y todos sus discípulos pagaron (sufrieron) por HACER LA VOLUNTAD del Altisimo, tomando en cuenta que todos ellos, partiendo por los profetas del AT, principalmente en la persona de Jesús, y todos los que han sido llamados a SUFRIR el Ministerio (encomendados por Cristo), tienen algo en común. Hay un sello distintivo, una marca, una señal…por la causa del Reino Eterno del Dios de Abrahaam, Isaac y Jacob.
¡Bienaventurados los que padecen el ministerio de Cristo, porque llevaran las marcas y el sello del Cordero Inmolado!
0 comentarios:
Publicar un comentario